Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

domingo, 9 de septiembre de 2012

LA LEYENDA DE RAFAÉ.

Cierto día, uno de esos días en hora temprana cuando la tranquilidad y el sosiego invaden la Capilla, cuando de verdad se puede contemplar la dulce cara de la Esperanza y el bello mirar del Santísimo Cristo de las Tres Caídas, un abuelo con su nieto estaban de visita para ver el montaje de los pasos de la hermandad, cuando el niño de ojos azules, tan azules como el cielo de Triana, le preguntó al abuelo por el Romano. - Abuelo ¿Porqué el romano tiene esa mirada? ¿Qué le dice al Señor? Y el abuelo le contó la siguiente historia: "Mira Daniel, ese romano, se llama "Rafaé", porque aunque lo veas así vestido no era de Roma sino de la Cava de los Gitanos, el cual se apuntó a las legiones romanas, lo mismo que hoy puede haber gitanos en la Guardia Civil, y siempre estuvo en el paso acompañando al Señor. Hubo un tiempo en que fue detrás con las mujeres, pero como el Señor ya tiene bastante con cargar con esa cruz que tanto le pesa, decidió un día ponerse delante para indicarle, en la mágica y maravillosa Madruga de Sevilla, el camino que tiene que recorrer. Pero, además, va hablando con El, con su Señor de Triana, y le va contando de los trianeros que por un motivo u otro no están ese día cuando ellos van camino de Sevilla. Le dice "mira en ese balcón falta fulanito, en esa esquina no está ese hombre o esa mujer que siempre estaban esperándonos con su pareja y hoy están solos, aunque creo que no nos ven muy bien porque las lágrimas no los dejan...", y va uno a uno, explicándole todos los que hoy no están en el barrio sino en la Gloria de Dios Padre. Y ya, por la mañana al salir de la Catedral, contempla como al Señor le va cambiando poco a poco el semblante, como cuando se cruza con la Señora en correos, en el Postigo se le tiene que abrir el apetito con el olor de los "calentitos" que hacía Juana, casi igual que cuando llegan al puente, pero cuando entran en el Altozano... el romano Rafaé le dice: "Maestro, que ya estamos otra vez en Triana, pero ya no nos falta nadie, todo lo contrario, hay muchos trianeritos nuevos, como aquel que está en brazos de su madre con la túnica de la hermandad, o el que está en el cochecito.... y los que antes nos faltaban son esos ángeles que están revoloteando de alegría por ver como siempre Triana está con su hermandad, con su Cristo y su Esperanza..." Así que ya sabes, Daniel, quien es y como se llama ese romano que va a caballo delante del Señor, sirviéndole de cicerone en la madruga. Rafaé, un gitano de la Cava que se enroló en las legiones romanas, Y cuando abandonaron la Capilla, oí al chaval decirle: "Adiós, Rafaé, hasta otro día", y mirando al romano me pareció ver que le contestaba haciéndole un guiño de complicidad.
Texto:publicado en el Boletín de la Esperanza nº 80/2004.

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