Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

martes, 24 de agosto de 2010

Leyendas y tradiciones Sevillanas.

La historia de Tomasín es muy intrigante; aún hoy en día, se siguen produciendo apariciones de este niño y siempre se suele dar en los días próximos a nuestra Semana Santa. Vereis, Tomasín era un niño de corta edad, huerfano de madre, su padre trabajaba en una fábrica de ferrocarriles en el barrio de San Jerónimo y dado que la jornada laboral de este hombre, ocupaba casi todo el día, decidió que Tomasín, fuese cuidado por las monjas del convento de Santa Isabel en su ausencia.

La ilusión de Tomasín era la de salir de nazareno con su cofradía de Los Gitanos, cofradia de su familia, para ello, las monjitas le confeccionaron la túnica, para que su padre lo introdujera en las filas de nazarenos el Viernes Santo por la mañana. Tomasín contaba con ansia los días que faltaban para vestirse de nazareno, pero por mala fortuna, cayó enfermo meses antes de la Semana Santa.
En aquellos años, la medicina no estaba tan avanzada como hoy en día, y Tomasín despues de algunas semanas en cama, falleció poco antes de Semana Santa. La triste noticia se difundió por todo el barrio de San Marcos, y todos los vecinos quisieron acompañar el sepelio hasta el cementerio de San Fernando.

El velatorio fue multitudinario y a la vez estremecedor, resultaba muy doloroso ver a Tomasín amortajado con su túnica de nazareno, aquella que nunca llegó a estrenar; la "Madruga" de ese año, fué muy triste para el barrio entero.

La casa de vecinos donde vivía, situada en la calle Vergara, número 9, años atrás, era un revuelo, un ir y venir de nazarenos de Montesión, Macarena, Los Gitanos, y algún que otro "armao", listos para la salida, pero ese año sucumbían de tristeza todos los vecinos, ante la tragica muerte del niño.

Cuando el reloj marcaba las dos de la madrugada del Viernes Santo, cuatro hermanos de la Hermandad de Los Gitanos, atravesaban la fría plaza de Santa Isabel para enfilar la calle Enladrillada, escucharon un sonido de puerta de madera que se abría, y ante sus asombrados ojos vieron la figura de un niño pequeño que con su antifaz puesto salia del convento con su varita en la mano.
Estos hermanos ni siquiera pudieron dar un paso, quedaron pretificados en esos momentos al ver como la figura del nazarenito se perdia por la calle.
Decidieron seguirle, pero ya era tarde, Tomasín había desaparecido, tan solo se encontraron una varita pequeña, tirada en el suelo, la recogieron y se la entregaron al día siguiente a las monjas del convento, la sorpresa de la Hermana superiora fué tremenda al preguntarse ¿como había salido esa vara del convento, si ella la tenía bien guardada en la caja fuerte, que se hallaba en sus aposentos.
A pesar de haber pasado muchos años de este suceso, todavía hay sevillanos, que han visto en alguna ocasión un nazarenito a altas horas de la madrugada del Viernes Santo saliendo del convento y perdiendose por las calles del barrio.

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