Quien no vió Sevilla, no vió maravilla.

Nacido en el macareno Hospital de las Cinco Llagas, criado en el Barrio del Tiro de Línea y vecino del Cerro del Águila; fiel amante de Sevilla y sus tradiciones. "Cofrade" por vocación, "Feriante" por adicción, "Rociero" por devoción y "Bético" por convicción.

jueves, 4 de junio de 2009

Rocio 2009. La casa del Sr. Goro.

Con la algarabía propia del momento y a la misma vez con la nostalgia que nos trae la llegada de las últimas carretas y romeros a Sevilla; rememóro con gran afecto y algo de nostalgia, los ratos y momentos que compartímos junto a una maravillosa familia rociera de 19 personas, en la casa Nº 21 de la calle Sacrifício. Casa y calle que estoy seguro, quedará en la memoria de todos, y que contrariamente a su nombre, no supúso ningún sacrificio para ninguno de nosotros, sino todo lo contrario, un verdadero placer compartirlo todo.
Como bien decía el amigo Ignacio, todo comenzo en un sitio tan poco poetico, como el sevillano Bar Jota de la calle Oriente, donde aquella, ya, lejana tarde del mes de Mayo, pusimos entre todos nuestro granito de arena (nunca mejor dicho hablando de el Rocío) para que durante la romeria, no nos faltára un sólo detalle o como dice la sevillana "que no nos falte de ná".
Los días transcurrieron y por fin legó la ansiada tarde del Viernes, la aldea nos dió la bienvenida con un calor vespertino desmedido, visitamos a la Señora, como mandan los cánones y a medida que avanzaba la tarde, el calor fué creciendo, según Francisco Miguel, debido a los vientos de levante, aunque yo creo que era una premonición, para que se nos fuera haciendo el cuerpo, del calor humano, que más tarde nos encontraríamos en la casa; tras la cena (por cierto, ¡como estaba la carrillá!); buen ambiente rociero con cante y baile por sevillanas y unos Vivas a la Virgen del Rocío, que salían desde lo más hondo de nuestro ser.

Mediodía del Sábado; suenan los campaniles, Señorio en el Real: llegada de la Hermandad de Triana a su casa, flanqueada por su ahijada Dos Hermanas, que cumplía 75 años de camino, momentos de verdadera raigambre rociera, juegos de insignias relucen bajo el sol de madrina y ahijada, protegidos de la solana bajo el "palco porche" de la Casa Vieja, asistimos, como nadie, a esta verdadera carrera oficial rociera.
Que momentos vivídos, tanto en Sacrificio como en la Casa Vieja (como le gusta decir a Francisco Miguel), las horas se suceden y ya cerca de las tres de la tarde, tengo cita en el Eucaliptal, presentación ante la Virgen del Rocío de nuestra Hermandad del Salvador, ("adelante caballería de la Hermandad de Sevilla", ¡Viva la Hermandad de Sevilla!, retumba en nuestros oídos) de nuevo renovamos anualmente este compromiso al que no puedo faltar y en el que por muchos años que nos presentemos cerca de la rueda derecha de nuestra carreta de plata, siempre quedo embelesado con las nuevas y distintas emociones, que cada año percibo: caminos, calor, arenales, sesteos, rosarios, candelas, misa de alba y, al fondo, el resplandor de tu ermita, blanco palomar marismeño con aromas de tranquilo oleaje.
Prodigiósa la noche del Sábado, cuando a última hora, la gente empezó a flaqueá, la guitarra de Guillermo por arte de magia, se tornó en fandango y empezo a apuntar por Alosno y Valverde en compañia del aguardiente seco de Zalamea, aflorando poco a poco los cantes valientes, que cada cual lleva consigo, verdad amigo Ignacio...; portentosa fué la figura de la coral de la letanías marianas, ¡como se porto el coro de los beduínos! a Jose Antonio le concedería el premio al más "jartible" de los beduínos; momento íntimo donde los haya, excepcional la Salve a la Virgen del Rocio de despedida, sencillamente majestuosa.

Domingo de Pentecostés, el Sr. Antonio apostado en una mecedora de la Casa Vieja, escucha misa; después del preceptivo saludo, me encamino con Javier hasta el Real donde participamos en la Misa de Pentecostés, para más inri, celebrada por Monseñor Amigo y cantada por el Coro de la Hdad. de Sevilla, otro bonito momento rociero, mediodía en la Casa Vieja, cuatro sevillanas antologicas ante el Simpecao de Triana, y nos trasladamos a deleitarnos con un buen plato de Fabada a la calle Sacrificio. Después de una tarde de convivencia rociera, se presiente que el momento del repeluco esta tan próximo, que se puede rozar con los dedos...

La Aldea como por arte de magia cambia de aspecto y el recogimiento se hace dueño de sus calles, ante el rosario de las Hermandades en el antiguo eucaliptal, prodigioso escenario de bengalas de colores, cohetes, rezos y vivas por cada rincón, diciendole a todos, que en ese concepto de "Romeria" que se perdió en casi todo el orbe cristiano y que el Rocío ha conservado hasta nuestros días, caben el culto y el baile, la fé y la alegria, el amor a la Virgen y el vino.

Esta noche no se duerme, algunos intentan descansar, pero cohetes y campanas no cesan y anuncian la esperada procesión. Salimos de la casa y pasando por el eucaliptal, nos encaminamos de nuevo a la Casa Vieja, punto de encuentro para recibir la visita de la Blanca Paloma; las campanas de la ermita proclama a los cuatro vientos que la Virgen ha salido del santuario y busca la Hermandad de Huevar para posarse; más tarde irá volando sobre hombros almonteños buscando a Villamanrique, Pilas y Coria, envuelta en la inmensa ola amorosa de los que la llevan y los que la miran.- ¡La Virgen esta en el Acebuchal! se escucha en la muchedumbre, ya falta muy poco, la gente se impacienta, la Hermandad de Triana esta preparada, y de pronto como en una nube, surge la Reina de las Marismas, sobre un mar de cabezas, entre las brumas del Real, se aproxima a la Casa Vieja,- !Que momento¡ - el cura de Triana es alzado a hombros, se reza la Salve, los peregrinos se emocionan y no pueden contener el llanto que lo ahogarán como cada año, unas lagrimas que le lavaran el polvo de la cara y de la conciencia, Francisco Miguel va y viene nervioso, se abraza a alguien, sus ojos brillan, su camisa esta empapada, como si sólo encontrara consuelo bajo sus andas.
La Virgen sigue devolviendo la visita a sus ciento seis Hermandades, calle Almonte, Eucaliptal, las calles de la Aldea es un reguero de Simpecaos que llegan y van, hasta que al filo del mediodía llegar a Moguer, última parada antes de regresar a su santuario y esperar impaciente a que el año que viene se vuelvan a abrir los caminos y las Hermandades se echen a los campos de nuevo en busca de Ella; al cabo de las horas la ermita se queda sola... Como contar con mi torpe pluma, tantos sentimientos acumulados en tan corto espacio de tiempo...
Me despido de vosotros reiterando mi agradecimiento a Francisco Miguel y a Migueli, por su generosidad y contribución sin límite, sin su complicidad, esta aventura nunca se hubiera podido llevar a cabo, al Sr. Antonio por compartir con nosotros la experiencia atesorada a lo largo de los años, a Eusebio y Rosa por su atención y amabilidad en todo momento y a todos vosotros por ofrecerme vuestra amistad.

Que la Virgen del Rocío nos sirva de luz, en nuestro largo peregrinar por la vida.
Un abrazo a todos.

"Si la amapola rezara, de rodilla iba a rezarte
y si la arena alumbrara, el camino iba a guiarte,
Si ojos tuviera la jara, no pararía de mirarte,
Si el eucalipto cantara, ronco estaría de cantarte
Si la rosa y el jazmín, amor pudieran sentir
un beso se arrancarían, pa plantarlo en tu jardín.
¡Rocío del Alma mía!"

     Panagarvill.

2 comentarios:

  1. la mejor del mundo10 de junio de 2009, 1:56

    Maravilloso, no lo podias decir mejor,los que fuimos por primera vez,llegamos sin ni siquiera imaginar lo que podia pasar. Pero aquello es magico y te digo que, !que suerte hemos tenido que en tres dias hemos estado en la Gloria y encima con la SEÑORA!,cuando regresamos lo hacemos lleno de esos momentos que solo n el ROCIO se viven .Esto nos unira a todos para siempre. BESOS Y ABRAZOS DE UNA !!BEDUINA!!

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  2. Que días tan intensos… creo que ya lo hemos dicho casi todo, pero hay un momento que aún guardo en mi retina. Fue en las primeras horas de la madrugá del lunes, la Señora se marchaba después de saludarnos a todos los que estábamos esperándola junto a la casa vieja. Al poco tiempo llegó Francisco Miguel con la camisa totalmente empapada; su padre, el señor Antonio, lo esperaba delante de la casa. No olvido las miradas que se cruzaron padre e hijo, la dulzura y el orgullo del padre al mirar a su hijo y la del hijo con la bondad asomada a los ojos, como buscando el beneplácito de su padre para realizar la dignísima tarea para la que fue preparado.
    Fue un momento hermosísimo. Creo recordar que está recogido en alguna foto. Puedo decir que me gusta la mirada limpia y serena que tiene el Sr. Antonio desde que le conocí el año pasado. Me impresionó.
    Aprovecho estas líneas para saludar a mi director de coro Don Jose Antonio y a todos mis compañeros beduinos

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