“A 17 días del mes de Junio del año de 2017 y tras
infructuosos días de tensa espera, las inmortales legiones palistas volvieron a
tomar la ciudad, en lo que se denominó la III Ruta Palista: Meridiano
geográfico: Puerta Jerez – Macarena… las distancias se acortan en su tercer año
triunfal…”
Así podríamos comenzar, como el pasado año, la crónica
marcial de la toma de las llaves de una ciudad por un ejército de casacas
blancas, de lo que se denominó “III Ruta Palista” o lo que es lo mismo, la que el
pásado sábado daba comienzo junto a la fuente de la Puerta Jerez, frente a la
mismísima Casa de los Guardiola, pasando por la remozada Casa de la Moneda, visitando
el “sagrario” de Tomás de Ibarra y el Arco del Postigo, postrándonos ante la
Torre más flamenca de España, recorriendo Mateos Gago hasta la sevillana Plaza
de Santa Cruz y Puerta de la Carne, subiendo por el muro los Navarros hasta el Corral
del Conde, avituallarnos en Quitapesares tras honrar la memoria de otro Palista como fue Pepe Peregil, para adentrarnos por la Encarnación y Regina hasta San Juan de La
Palma, refrescarnos en el oasis rancio del Vizcaíno y continuar por calle ancha
de la Feria, Relator y Parras, hasta pasearse ante las rancias ruínas de
Casa Cornelio, aquella mítica taberna de la Sevilla Roja, frente al arco
macareno, destruida a cañonazos en el 31, lugar donde hoy, paradojas de la
vida, habita la que con su entrecejo hace hablar hasta las piedras, como diría
Rafael de Gabriel y terminando ésta bendita locura, junto a la ojiva desgastada
de San Julián.
Muchos fueron los
compañeros que, a pesar de los 40 grados a la sombra que caían a la 1 de la
tarde en la ciudad, no dudaron en homenajear al más grande trovador que ha
tenido Sevilla en su historia, con alegría en el semblante, compás en las
gargantas y presumiendo siempre de sentirse palista. Pocos cronistas de la
ciudad hispalense, por no decir ninguno, han sabido retratar el alma de ésta
tierra como lo hizo nuestro querido Pali en las letras de sus sevillanas. Poco
a poco los políticos de ésta mariana ciudad, aunque sea desde la nostalgia y
tras muchos años de espera, va devolviendo al Pali, su hijo predilecto, todo el
amor y cariño que éste le profesó a lo largo de su vida.
Cada día estoy más convencido que ser “Palista” es caminar
por la vida derrochando el arte y la gracia fresca e insolente de la que
siempre hizo gala D. Francisco de Asís Palacios Ortega. El Pali siempre dijo
las cosas por su nombre, aun corriendo el riesgo de sentirse a veces, un
incomprendido, justamente todo lo contrario que aquél Sr. barbudo de la calle
Santiago, que tenía to la gracia y el chiste de la gente de Palencia, con
perdón por los amigos palentinos y “señor”, por decir algo y es que “vivíendo” éste
personaje, en un lugar tan emblemático como el famoso “Corral del Conde”, de
sevillano de arte a carta cabal, tenía lo mismo que yo de kurdo o de masai, o
sea nada. Qué manera de ensuciar la memoria histórica del alma de Sevilla y que
forma de señalarse ante los palistas, fieles testigos de las páginas más
gloriosas del costumbrismo sevillano, una ciudad que como bien recalcó Romero
Murube, se vive hacia dentro y no hacia fuera.
-“Paco, te juro que en ese preciso instante, mire a los
cielos en aquél maravilloso corralón florido y recordé esa gran sevillana tuya
que decía… -Sevilla tuvo hace años esa
gracia sin fronteras, que hasta se morían de risa los Hércules en la Alameda”…
y pensé que llevabas razón, que esto se nos escapaba de las manos… que mi
Sevilla del garbo y el ingenio estaba muerta y que ya no se estában riendo los
Hércules en la Alameda”, pero mira por donde, recordé la gracia, sin par, de
aquella buena señora ataviada de arte en la Freiduría Puerta la Carne, que al
son de “Malena mía”, se daba una vueltecita bailando por bulerías. Ole usted, Señora y recordé con
cariño también a aquellas tiendas en el Barrio de Santa Cruz que nos recibían, en
la puerta de sus negocios con una sonrisa en los labios y aquellas vecinas de
la calle Castilla, el pasado año, bailando y jaleando a la comitiva desde sus
balcones… que arte más grande, esa es la pura sevillanía y la gracia pajolera
de esos personajes a los que El Pali, siempre les cantó. Como Mari Pepa,
Sebastiana, Baldomero y Rosalía, los que quitándose el hambre a pellizcos, se
iban al Rocío poco menos que con lo puesto. Ese es el espíritu al que tenemos
que aferrarnos los palista, el de aquellas cruces de Mayo y aquellos corrales
en nochebuena, llenos de buenas personas, mucho más humanizadas que hoy, que
pasando muchas fatigas, eran felices reuniéndose y cantando un villancico junto
a un plato de pestiños y una copa de aguardiente. A aquella gente le cantó El
Pali, a los donantes de flores y a sus cigarreras, a los que bebían una copa de
Rute con su pasita en el puesto de Vigil, a aquellos que jugaban al rentoy en
veladores de mármol y celebraban las bautizos con barbos en adobo escuchando un
pianillo o se quitaban las penas con vino peleón.
Nosotros somos los herederos de ese legado que no tiene
fronteras, somos herederos de esas tradiciones transmitidas de padres a hijos, que
nos hacen a todos los palistas, auténticos protagonistas de nuestra historia.
Viva el Pali!!! y Vivan sus Palistas!!!,
fieles escuderos de una tan noble causa.
Enorme articulo lleno de amor y cariño a nuestro querido y añorado Pali. Como familia directa y componente de esas rutas palistas. Mil gracias. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar¡¡ Viva Sevilla !!